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La resistencia cultural a las dictaduras del Cono Sur.
Un estudio comparado de la solidaridad desde Francia
y Suecia con Chile y Argentina a partir de la gráfica
política (1973-1990)1
Fernando Camacho Padilla2
Moira Cristiá3
Resumen: La instauración de dictaduras militares en el Cono Sur a lo largo de las
décadas de los años sesenta y setenta conmocionó profundamente a los sectores
progresistas de los países europeos. Si en años anteriores ya había emergido un
significativo movimiento de solidaridad y apoyo a los gobiernos revolucionarios
latinoamericanos, tras los golpes de Estado los comités reorientaron su labor a la
acogida de exiliados y a la denuncia de las violaciones a los derechos humanos. Además
de ejercer presión política, se organizaron numerosas actividades culturales, en las que
participaron tanto artistas e intelectuales locales como latinoamericanos, gran parte de
los cuales habían llegado como exiliados. Con el fin de reflexionar sobre el efecto, la
significación y legado de esta experiencia, en este artículo se analiza en perspectiva
comparada la dimensión cultural de la solidaridad en Suecia y Francia con Chile y
Argentina, focalizando especialmente en la gráfica política. El trabajo concluye que
Artículo desarrollado en el marco de los siguientes proyectos: “Nuevos actores en las relaciones
internacionales contemporáneas durante los procesos de descolonización de África, Asia y América
Latina (1810-1990). Redes políticas, alianzas y cooperación Sur-Sur”, financiado por la Comunidad de
Madrid a través del Convenio Plurianual con la Universidad Autónoma de Madrid, V PRICIT,
SI1/PJI/2019-00493; e “Imágenes dialécticas. Cruces de arte, cultura, comunicación y política entra la
última dictadura y el presente”, financiado por la Universidad de Buenos Aires, UBACyT n°
20020170100299BA. Los autores agradecen la colaboración de Pierre Bercis, Liliana Andreone, Thierry
Couderc (de la Biblioteca de l'INSEE Alain Desrosières), Pepe Viñoles, Rosemarie Andersson, Margareta
Björling, Göran Sallnäs y Enrique Ganuza.
2
Doctor en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y la Pontificia Universidad Católica
de Chile (PUC). Actualmente es profesor del Departamento de Historia Contemporánea de la UAM. Sus
principales publicaciones tratan sobre las relaciones entre Chile y Suecia, así como las comisiones de la
verdad en el Cono Sur. En los últimos años, sus investigaciones se han centrado en la historia de Irán, así
como en las relaciones contemporáneas de América Latina con Medio Oriente, especialmente durante el
siglo XX. ORCID: 0000-0002-4734-9061. E-mail: fernando.camacho@uam.es.
3
Doctora en Historia y Civilizaciones por l’École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. Es
investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto
de Investigaciones Gino Germani (Universidad de Buenos Aires) donde integra el Grupo de Estudios
sobre Arte, Cultura y Política en la Argentina Reciente. Es miembro de la Red de Conceptualismos del
Sur y del comité editorial de Nuevo Mundo Mundos Nuevos. Es autora de artículos en revistas y
compilaciones, así como de los libros Imaginaire péroniste. Esthétique d’un discours politique (19661976) y AIDA. Una historia de solidaridad artística transnacional (1979-1985). ORCID: 0000-00015829-4126. E-mail: moicristia@gmail.com.
1
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mientras los exiliados conosureños intentaban debilitar a los regímenes dictatoriales
desde el espacio público transnacional convocando un apoyo externo, sus aliados
europeos representaban esas demandas a partir de experiencias que apelaran a la
sensibilidad local. Es decir, o bien se evocaban otros ejemplos de crímenes de
trascendencia internacional, o bien se las vinculaba a las propias experiencias
traumáticas del pasado reciente europeo.
Palabras clave: exilio; solidaridad transnacional; derechos humanos; Cono Sur;
Francia, Suecia
Cultural resistance to the dictatorships of the Southern Cone.
A comparative study of solidarity with Chile and Argentine in
France and Sweden from the political graphics (1973-1990)
Abstract: The establishment of military dictatorships in the Southern Cone in the 1960s
and 1970s deeply shocked the progressive sectors of European countries. Before the
military coups, a significant solidarity movement had already emerged to support the
Latin American revolutionary governments. After the breakdown of democracy and the
systematization of repressive practices, the committees reoriented their work to
welcoming exiles and denouncing human rights violations. In addition to exerting
political pressure, numerous activities and cultural events were organized, in which both
local and Latin American artists and writers participated, most of whom arrived as
exiles. In order to reflect on the effect, significance and legacy of this experience, this
article analyzes as a case study the cultural dimension of solidarity in Sweden and
France with Chile and Argentina in comparative perspective, focusing on the political
graphics. The study concludes that while the exiles from the Southern Cone tried to
weaken the dictatorial regimes from the transnational public space by summoning
external support, their European allies represented these demands appealing to local
sensibilities. In other words, they chose either to evoke other sensitive examples of
crimes of international concern or to reference their own traumatic experiences of their
recent past.
Keywords: exile; transnational solidarity; human rights; Southern Cone; France;
Sweden
Artigo recebido em: 02/03/2021
Artigo aprovado para publicação em: 27/04/2021
Introducción
La instauración de dictaduras militares en el Cono Sur a lo largo de la década de
los años setenta conmocionó profundamente a los sectores progresistas de los países
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europeos por la violencia aplicada contra los opositores políticos, así como por la
represión y censura a artistas e intelectuales. Tanto la cercanía cultural y lingüística de
esos países con Europa Meridional como la rapidez con la que llegaba la información,
permitió a las sociedades del Viejo Mundo seguir de cerca el desarrollo de aquellos
acontecimientos. La secuencia temporal de golpes de Estado en América Latina en
general, y en el Cono Sur en particular, que tuvieron lugar durante las décadas de los
años sesenta y setenta, generalmente comparten entre sí grandes similitudes causales e
ideológicas, lo cual no hacía difícil su comprensión por la ciudadanía europea.
Cabe destacar que tanto los intelectuales como estudiantes y sectores
progresistas de ese continente seguían en detalle el devenir de los acontecimientos
políticos en la región. América Latina fue, desde el siglo XIX, un territorio en el que
todo parecía posible, desde enriquecerse hasta poner en práctica las utopías socialistas.
En la segunda mitad del siglo XX, la profundización de las desigualdades e injusticias
sociales y la expansión de ideas revolucionarias lo convirtieron en un caldo de cultivo
en el que los procesos emancipadores se tornaron, para muchos, un proceso legítimo y,
además, necesario.
A medida que se fue avanzando en la década de los sesenta, las posturas
moderadas, también conocidas como reformistas, aplicadas por gobiernos de centro
tales como el Partido Demócrata Cristiano de Chile, fueron perdiendo fuerza. La
retórica política experimentó, en líneas generales, una profunda radicalización y
polarización. El opositor, tanto desde la izquierda como de la derecha, pasó a ser visto
como un enemigo al que combatir. No fue hasta los años ochenta cuando las tendencias
moderadas recuperaron fuerza. Esto se debió, por un lado, a que los sectores más
radicalizados de la izquierda fueron diezmados a causa de la represión, y aquellos que
lograron sobrevivir se vieron obligados a esconder sus planteamientos. Por otro lado, la
mayor parte de los organismos de derechos humanos surgidos en la segunda mitad de
los años setenta y, especialmente durante los ochenta, condenaban la violencia.
Asimismo, algunos sectores tradicionalistas se distanciaron de los regímenes
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autoritarios por sus acciones represivas4. En este proceso, el centro político, a pesar de
sus múltiples matices, se amplió como lugar de encuentro y diálogo que favoreció el
restablecimiento de las democracias en el Cono Sur, con líderes o gobiernos que
mayoritariamente tomaban distancia de los polos ideológicos. Con el final de la Guerra
Fría y el derrumbe del socialismo real en 1989, además, la vía revolucionaria perdió
vigencia en los debates entre las principales fuerzas políticas.
A pesar de la lejanía geográfica, Europa Occidental veía los procesos políticos
de Latinoamérica con gran interés. Antes de producirse los golpes de Estado de la
década de los años setenta, ya existía un significativo movimiento de solidaridad5 con
las causas o los gobiernos revolucionarios, como ocurrió a raíz de la llegada al poder de
Fidel Castro en Cuba desde 1959, o una década más tarde, el triunfo de Salvador
Allende en Chile en 1970. Gran parte de los activistas europeos eran partícipes también
de otras causas internacionales, como la guerra de Vietnam o el apoyo a los procesos de
descolonización que se estaban desarrollando en varios puntos de África y Asia.
En esta “época”, que en términos de Gilman (2003) transcurre desde comienzos
de la década de los años sesenta a finales de los ochenta, se emplearon distintas
estrategias culturales para visibilizar y fomentar el compromiso con los pueblos del otro
lado del Atlántico. De este modo, con la interrupción de la democracia en los países del
Cono Sur y la sistematización de prácticas represivas, los comités de apoyo a las luchas
revolucionarias latinoamericanas reorientaron su labor a la acogida de exiliados, a la
denuncia de las violaciones a los derechos humanos y a la promoción de la recuperación
del Estado de derecho. Para ello, además de ejercer presión política por medio de
manifestaciones, peticiones y publicando boletines y manifiestos, se organizaron
numerosas actividades y veladas culturales, en la que participaron tanto artistas e
intelectuales locales como latinoamericanos, gran parte de los cuales se habían visto
4
El viraje ideológico de los sectores que defendieron o incluso participaron en los golpes de Estado en
América Latina es un tema escasamente investigado. Si bien cada país tiene sus propias características, la
mayoría de quienes inicialmente habían apoyado la toma del poder por parte de las fuerzas armadas más
tarde sufrieron un desencanto. Para el caso chileno, véase el trabajo de Casals (2018). La teoría de los dos
demonios del prólogo escrito por Ernesto Sábado en el Informe Nunca Más (1984) ejemplifica claramente
la posición favorable que tuvo en un inicio un sector de la sociedad argentina frente al golpe, así como su
posterior distanciamiento.
5
El significado de solidaridad en los planos éticos, religiosos y políticos ha sido investigado en detalle
por Stjernø (2005).
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forzados a salir de su país por cuestiones políticas. A pesar de las diferencias
ideológicas, dentro del espectro de izquierda existía un objetivo común: la recuperación
de la democracia y el fin de las violaciones a los derechos humanos. Este último asunto
se convirtió, por primera vez, en una temática dominante en la producción artística
latinoamericana, abarcando numerosas esferas, tales como la cinematografía, el teatro,
el documental, el muralismo, el arte pictórico, la cartelería, el arte callejero, la música o
la fotografía, entre muchos otros, las cuales han sido en buena parte investigados por la
academia.6
Asimismo, una abundante historiografía ha abordado la acción de los exiliados
latinoamericanos durante las décadas de los años setenta y ochenta, centrada
generalmente en un país expulsor o receptor.7 A diferencia del exilio latinoamericano en
el siglo XIX y principios del XX restringido a las élites políticas, en el período que nos
concierne este fenómeno se tornó masivo. En consecuencia, la estructura del exilio
devino más compleja. Según Sznadjer y Roniger (2013) a los tres factores dinámicos
clásicos (el país expulsor, el país receptor y los exiliados) se sumó un cuarto factor: la
esfera pública transnacional o dominio transnacional. Esta nueva dimensión funcionó
“operando contra el supuesto monopolio del Estado-Nación sobre las esferas públicas
nacionales y la política, al potenciar a los exiliados en términos de su influencia y
posicionamiento transnacional y la resonancia de sus voces en la arena global”
(SZNADJER & RONIGER, 2013, p. 181-183).
6
A modo general, entre otros, véase: Jelin & Longoni (2005); Amigo Cerisola & Gutiérrez Castañeda
(2012); Errázuriz & Leiva Quijada (2012); Villota Ruiz (2015); Stites Mor & Suescun Pozas (2018);
Richard (2007), Norambuena (2008). Sobre cinematografía, véase los trabajos de: Amaral de Aguiar;
Crepaldi Carvalho; Ramos Monteiro; Adamatti; Villaçalos (2019); Amado (2009). Respecto al cine
documental, véase: Campo & Doraro (2007); Stites Mor (2012); Museo de la Memoria y los Derechos
Humanos (2015). Sobre arte, véase: Carvajal, Varas & Vindel (2019); Cristiá (2021); Museo de la
Memoria y los Derechos Humanos (2014). Sobre fotografía: Leiva Quijada (2008); Camacho Padilla &
Ramírez Palacio (2018); Castillo Troncoso (2017); Richard (2015). Sobre cartelería: Vico & Osses
(2009); Vico (2013); Cristi & Manzi (2016); Castillo Espinoza (2010). Sobre afiches en el exilio:
Stobinski, Gittis & Rückert (1981).
7
Con una perspectiva histórica del exilio, véase, a modo de ejemplo, los trabajos de Horvitz y Peñaloza
(2017); Camacho Padilla (2011); del Pozo (2006); Franco (2008); Yankelevich (2010); Jensen (2009);
Prognon (2011); Sáenz Carrete (1995); Dutrénit Bielous (2006); Morales Muñoz (2018); y Rojas Mira
(2019). Desde una perspectiva artística, véase: Aguirre Argomedo & Chamorro Martínez (2008); y
Camacho Padilla (2009).
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El presente artículo se centra en las características de la dimensión cultural del
exilio de los perseguidos del Cono Sur en Europa Occidental, y más concretamente en
Suecia y Francia, los cuales fueron dos de sus principales destinos. Si bien ciertos
rasgos son singulares en cada país, notamos una dinámica que trasciende esas fronteras.
Esto se debe a varios factores como la presencia de exiliados de esa región en el
continente europeo y a su acción articulada en la causa que defendían. Así, músicos
como Quilapayún, Inti Illimani o el Cuarteto Cedrón realizaban giras de recitales en las
actividades de solidaridad de distintos países, las cuales, junto con sus publicaciones y
correspondencias, funcionaron como vectores de propagación del movimiento opositor
a las dictaduras. En ese marco también se organizaron exposiciones de obras de arte
solidarias que se presentaron en diferentes países, cuyo caso emblemático fue el Museo
Internacional de la Resistencia de Chile (LEBEAU, 2020), pero que, a su vez, también
inspiró otras iniciativas como las vinculadas a Palestina, Sudáfrica y Nicaragua (SALTI
& KHOURI, 2015).
Este trabajo presenta un análisis comparado sobre el efecto, la significación y
legado de las estrategias culturales y, en particular, de la producción gráfica, contrarias a
los regímenes dictatoriales del Cono Sur llevadas a cabo desde Suecia y Francia, con un
especial énfasis en los casos de los exiliados de Chile y Argentina, dado que fueron los
colectivos mayoritarios procedentes de esa región. En el estudio se observa que
mientras los exiliados procedentes del Cono Sur intentaban debilitar a los regímenes
dictatoriales desde el espacio público transnacional convocando un apoyo externo, sus
aliados europeos reinterpretaban en términos nacionales e internacionalistas esas
demandas apelando a la sensibilidad local. Para ello evocaban sus propias experiencias
traumáticas del pasado reciente, tales como la Segunda Guerra Mundial y los efectos del
nazismo especialmente en Francia, o bien otros ejemplos de trascendencia internacional
y en los que los propios ciudadanos de esos países se habían implicado directa o
indirectamente, como la Guerra Civil española, el conflicto bélico en Vietnam y la
ocupación de Palestina, entre otros. La referencia a esas últimas experiencias fue
particularmente notoria en el caso de Suecia, dada su neutralidad en todos los conflictos
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europeos que tuvieron lugar después de las guerras napoleónicas a comienzos del siglo
XIX.
Con el fin de estudiar las estrategias artísticas de denuncia a los regímenes
dictatoriales del Cono Sur llevadas a cabo desde Francia y Suecia, se presenta, en
primer lugar, el escenario ideológico europeo de finales de las décadas de los años
sesenta y comienzos de los setenta, y, en segundo lugar, las principales características
del exilio en los dos países analizados. En un tercer momento, se da paso a las
particularidades de ambos casos con el fin de ponderar las similitudes y, para finalizar,
se expone una reflexión comparativa de las respectivas experiencias.
El clima político de 1968 y el surgimiento de la nueva izquierda
A fines de los años sesenta se evidenció un fuerte desgaste de las izquierdas
tradicionales –de los partidos socialista y comunista– especialmente en la juventud. A
su vez, surgieron nuevas posiciones políticas que incluían consignas alternativas a las
conocidas hasta entonces, por lo general impulsadas por sectores progresistas de la
intelectualidad y las organizaciones estudiantiles. Sin embargo, la revuelta de la capital
francesa en 1968, así como las manifestaciones que se sucedieron el mismo año en
distintas partes del mundo como en Italia, Suecia, Japón, y México, entre otros, fue la
explosión de un malestar que se venía gestando desde la segunda mitad de la década de
los años cincuenta, momento en el que se fundó la revista New Left Review (HALL,
2010). Fue en ese momento cuando empezaba a tomar posición la causa tercermundista,
vigorizando la concepción del internacionalismo que solidarizaba y apoyaba a las
causas descolonizadoras de los movimientos de liberación nacional de Asia y África y,
algo más tarde, empezó a denunciar asimismo el neocolonialismo en América Latina.
A diferencia de las experiencias anteriores, estas tendencias recogían las
necesidades y las luchas procedentes de distintas partes del planeta. Es decir, las
injusticias y los males que se debían combatir en todos los países tenían esencialmente
una misma causa. Las reivindicaciones de la clase obrera daban paso a la denuncia del
imperialismo o neocolonialismo, la defensa del medio ambiente, y la igualdad de
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derechos en temas de etnicidad y género. La diversificación de las consignas y los
debates ideológicos, claramente ampliaron el espectro combativo, multiplicando las
causas y motivos por los cuales era necesario organizarse. A ello se denominó la nueva
izquierda. Asimismo, y en contra de lo que se podría haber esperado, esta corriente
también criticó abiertamente la política exterior soviética, especialmente por las
intervenciones que se habían producido inicialmente en Hungría (1956) y más tarde en
Checoslovaquia (1968), cuando sus respectivos gobiernos intentaron tomar distancia de
las directrices de Moscú. La represión ejercida por las tropas soviéticas acabó
desencantando a un sector importante de los sectores progresistas de Occidente.
Argelia, Vietnam y Cuba se convirtieron en nuevos focos de atracción y
posicionamiento político que convocaban a militantes de izquierda a involucrarse con
sus causas. En estos años, en los entornos militantes europeos, se expandió el
anticolonialismo y la solidaridad con los movimientos de liberación africana. En
particular en Francia, un antecedente que impactó contundentemente en la militancia fue
la Guerra de independencia de Argelia (1954-1962), que provocó apoyo al interior de la
metrópoli por diversos medios a esa causa: transportando aportes económicos, armas,
refugiando militantes, o denunciando públicamente los abusos de las fuerzas armadas
francesas (HAMON & ROTMAN, 1979; RIOUX & SIRINELLI, 1992; PATTIEU,
2001).
En ese revulsivo clima, el compromiso con causas lejanas emparentó las
injusticias. Así, acontecimientos tan distantes que iban desde la Revolución cubana a la
Guerra en Vietnam, despertaron la solidaridad internacional. Del mismo modo que
treinta años antes, la Guerra Civil española (1936-1939) había motivado el compromiso,
y hasta la participación directa, de personas de buena parte de los países del mundo
(MORADIELLOS, 2001). Entre ellos fueron a combatir a suelo español cientos de
suecos (CAMACHO PADILLA & ASUNCIÓN CRIADO, 2018) y miles de franceses,
los cuales formaron parte, junto con aproximadamente 35.000 voluntarios extranjeros
de alrededor de 50 países (LUGSCHITZ, 2019), de las Brigadas Internacionales 8. La
8
Este contingente, organizado en Moscú, tenía el objetivo de defender la Segunda República del ejército
rebelde dirigido por el general Francisco Franco. El principal contingente, de aproximadamente un cuarto
del total, eran ciudadanos franceses (SKOUTELSKY, 1998).
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experiencia de internacionalismo y solidaridad desatada durante el conflicto español, la
cual estuvo acompañada de una enorme producción gráfica hasta entonces desconocida
(LEFEBVRE-PEÑA, 2013), fueron recuperadas o reproducidas de manera casi idéntica
con las que se llevaron a cabo inicialmente con Vietnam, pero muy especialmente con
los países latinoamericanos entre las décadas de los años sesenta y ochenta. Asimismo,
la recepción de los exiliados republicanos marcó el camino y creó estrategias de
colaboración con la población local que sirvieron de ejemplo para quienes llegaron más
tarde de Latinoamérica.
Una diferencia importante entre las causas de Vietnam, por un lado, y España y
los países latinoamericanos, por el otro, fue la participación de actores procedentes de
estos territorios. A pesar de que Vietnam había sido colonia francesa, la comunidad
vietnamita residente en Francia, y especialmente aquella que participó en las actividades
de solidaridad, fue insignificante. Y en el caso sueco fue totalmente inexistente. Sin
embargo, tanto Francia como Suecia, se convirtieron en destinos significativos de
exiliados procedentes de España y Latinoamérica, lo cual hizo visible de manera más
clara y directa, a los conjuntos de sus sociedades, las consecuencias que la violencia y el
terror tenía en la población, pues entre los exiliados se encontraban personas que habían
sido detenidas, torturadas o tenían familiares cercanos que habían sufrido este tipo de
vejaciones. Además, estos colectivos participaron masivamente en las actividades de
solidaridad, ya fueran manifestaciones callejeras o actos culturales, lo cual permitía
tener un contacto directo con la población autóctona, sueca y francesa respectivamente.
Cabe destacar, a su vez, que entre los exiliados se encontraban numerosos artistas,
músicos, escritores e intelectuales de distinta índole, quienes pusieron sus destrezas en
servicio de la lucha contra los regímenes dictatoriales. Así, la producción cultural por
estas causas, en el sentido amplio, fue enorme, dado que a las realizadas por la
población local se juntaba la de los recién llegados, superando de manera sobrada toda
la producción en denuncia de las injusticias que habían ocurrido o estaban ocurriendo en
otras zonas del planeta.
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El fenómeno del exilio en el Cono Sur
Las principales oleadas de exiliados latinoamericanos se fueron sucediendo
desde el golpe de estado en Brasil en 1964, de Uruguay y Chile en 1973 y
posteriormente, en 1976 en Argentina. Las características de cada uno de ellos
despertaron distinto nivel de compromiso. El caso brasileño no repercutió de manera
repentina y masiva en Europa porque la mayoría de quienes se vieron forzados a salir
del país, se establecieron en un primer momento en la misma región, en tanto buena
parte las democracias seguían vigentes. La salida de los brasileños hacia Europa fue
lenta y progresiva. Quienes se dirigieron a Francia lo hacían por afinidad cultural y por
tener conocimientos previos del idioma, lo que demuestra que pertenecían a un estrato
social con alto nivel educativo y un rango socioeconómico medio o alto. Fue así como
llegaron a ese país, por ejemplo, el fotógrafo Sebastião Salgado y su esposa en 1969. En
sus memorias, Salgado relata lo siguiente:
Participamos en todas las manifestaciones y en todas las acciones de
resistencia a la dictadura y estábamos, junto con nuestros camaradas,
salvajemente decididos a defender nuestras ideas. Era evidentemente muy
peligroso y, llegados a ese punto de compromiso, teníamos que pasar a la
clandestinidad. Pero nuestro grupo decidió que los más jóvenes debían irse a
estudiar al extranjero, a la vez que continuarían actuando desde el exterior,
mientras que los que tenían más madurez pasarían a la clandestinidad.
[...] Recuerdo el alivio que sentimos al dejar el último puerto atrás, cuando
el barco se alejó definitivamente de la costa brasileña en dirección a Francia.
Francia era un lugar muy atractivo para nosotros los brasileños.
(SALGADO, 2014, p. 21).
El número de exiliados tampoco fue numéricamente tan significativo como lo
serían años más tarde los contingentes de chilenos y argentinos. Chile fue un destino
importante para numerosos profesionales brasileños que fueron bien recibidos por el
gobierno del Partido Demócrata Cristiano (1964-1970). Se encontraban entre ellos
varios economistas defensores de la teoría de la dependencia, puesto que Santiago de
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Chile era la ciudad en la que se encontraba la sede central de la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (CEPAL), dependiente de la Organización de las
Naciones Unidas (SÁENZ CARRETE, 2014). A Chile llegaron también intelectuales
procedentes de las humanidades y las tendencias progresistas del cristianismo, conocida
como la Teología de la Liberación, tras la celebración de la Conferencia Episcopal de
Medellín de 1968. En ese contingente figura Paulo Freire, quien residió en el país entre
1964 y 1969, y, además, se involucró de lleno, al igual que sus compatriotas, en el
programa de reformas llevadas a cabo por Eduardo Frei Montalva en la denominada
“Revolución en Libertad” (CABALUZ & AREYUNA-IBARRA, 2020).9
Tras el golpe de Estado en Uruguay de junio de 1973, se reprodujo una situación
similar, pues la mayoría de los exiliados de esa nacionalidad se fueron a países
latinoamericanos. Entre todos ellos, Chile fue su principal destino (ALDRIGHI &
WAKSMAN, 2015) aunque también en estas fechas llegaron exiliados o activistas de
izquierda de otros lugares fundamentalmente por dos motivos. En primer lugar, por la
política de acogida del gobierno de la Unidad Popular (1970-1973), y, en segundo lugar,
por que un sector importante de activistas quería conocer de cerca, y ser parte, del
proceso revolucionario chileno. Así, durante los años de la presidencia de Salvador
Allende, Chile se convirtió en el principal polo de atracción de militantes
latinoamericanos de izquierda.
Una vez ejecutado el golpe del general Augusto Pinochet, las posibilidades de
establecerse en Sudamérica no eran del todo favorables, dado que en varios países ya
estaban instaurados regímenes dictatoriales. Inicialmente numerosos chilenos viajaron a
Perú o Argentina, aunque al incrementarse las prácticas represivas en aquellas tierras
entre 1975 y 1976, en buena medida se vieron obligados a buscar un nuevo destino. Las
opciones más seguras en la región fueron Colombia, Venezuela, Cuba y, muy
especialmente, México. Estos países también se convirtieron en destinos con
comunidades significativas de chilenos, argentinos, uruguayos y brasileños. Tras la
revolución sandinista de 1979, Nicaragua también albergó a un grupo importante de
9
Durante su permanencia en Chile, Freire escribió su primera gran obra, La educación como práctica de
la libertad (1969).
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exiliados del Cono Sur, quienes se incorporaron rápidamente a puestos gubernamentales
de distinta índole.
A raíz de los golpes de Chile y Argentina, también llegaron a Europa
latinoamericanos con otras nacionalidades que no podían volver a sus países de origen
por razones políticas. De ese modo, bolivianos, uruguayos y brasileños, entre otros, se
establecieron, junto con chilenos y argentinos, en los distintos países europeos. En la
mayoría de los casos, ya contaban con documentos que acreditaban su condición de
refugiados, los cuales habían sido emitidos por los gobiernos de Chile o Argentina.
Entre todos los golpes de Estado que tuvieron lugar en Latinoamérica, el caso
chileno fue, indiscutiblemente, el que mayor impacto y visibilidad cobró a nivel
internacional. El procedimiento violento generó una profusión de imágenes que
circularon ampliamente por el mundo y acabaron volviéndose icónicas por su
espectacularidad, como ocurrió con el propio bombardeo del Palacio de la Moneda, el
levantamiento del cadáver del presidente Allende, y el confinamiento de presos políticos
en el Estadio Nacional, entre muchas otras. La sensibilidad ante la dictadura chilena se
correspondía al entusiasmo que había generado la experiencia de la Unidad Popular en
la izquierda europea, que, frente a las suspicacias que despertaban las experiencias del
Este, veían en Allende la esperanza de alcanzar el socialismo mediante vías
democráticas.
En contraposición a la repercusión mediática del caso chileno, el golpe militar
en Argentina se concretó sin grandes sobresaltos y, además, no fue del todo
comprensible para las sociedades europeas por la especificidad política de ese país. Por
una parte, el fenómeno del peronismo carecía de parangón en el panorama político
local, generando confusión. Por la otra, el gobierno recientemente destituido, hasta
entonces presidido por la viuda de Perón, “Isabel”, María Estela Martínez de Perón,
había sido denunciado de violar derechos humanos. Para evitar sanciones y aislamiento
internacional como el régimen de Pinochet, la cúpula militar se preocupó de ocultar las
prácticas represivas que violaban el marco legal institucional, desobedeciendo así las
normas propias por las que se regía la estructura policial, la cual actuaba, además, de
manera simultánea. Por ello, la junta creó una compleja estructura clandestina del terror,
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en simultáneo a que activaba un potente aparato de comunicación y “acción
psicológica” dentro del país de manera de crear consenso en la población local
(RISLER, 2018) y fuera del mismo para contrarrestar las denuncias internacionales
acusándolas de ser parte de una “campaña antiargentina”10 (FRANCO, 2008).
Asimismo, las acciones masivas de solidaridad y denuncia realizadas por los
exiliados que procedieron de Chile prepararon de alguna manera el recibimiento de
quienes huyeron de los golpes posteriores en la región, especialmente el perpetrado en
Argentina. Con relación a este último caso, se debe destacar que la principal atención de
los medios de comunicación de masas tuvo lugar con motivo de la Copa Mundial de
Fútbol del año 1978, el cual fue un acontecimiento claramente instrumentalizado por la
dictadura militar (BOLCHINSKY PINSÓN, 2018), que movilizó asimismo un
significativo movimiento de boicot de naturaleza transnacional (FRANCO, 2008, REIN,
2019). Si bien no existían imágenes de las prácticas represivas, pero si testimonios de
sobrevivientes, apareció una gran diversidad de producción gráfica relacionada con los
estadios deportivos simulando campos de concentración similares a los que existieron
en Alemania bajo el nazismo, a través de los cuales se denunciaban las violaciones a los
derechos humanos que se estaban cometiendo en clandestinidad.
Exiliados del Cono Sur en Suecia y Francia
Las características de los exilios latinoamericanos en Suecia y Francia difieren
en varios aspectos. Por lo general, Francia era un destino preferente para intelectuales y
artistas, por su carácter de tradicional polo cultural. Por su parte, las generosas políticas
receptivas de Suecia favorecieron la llegada de exilios de estrato obrero, así como
figuras de las organizaciones armadas que no eran aceptadas en otros destinos ante el
temor de que pudieran convertirse en “sujetos incontrolables”, tal como eran designados
en ese momento.
Tanto Suecia como Francia contaban con una importante tradición de país de
refugio. Gracias a su neutralidad, Suecia se convirtió en un destino importante desde la
10
En ambos casos eran los términos utilizados por las Fuerzas Armadas argentinas.
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Primera Guerra Mundial (1914-1918), y, sobre todo, tras la Revolución rusa (1917).
Inicialmente recibió a exiliados de los países de la cuenca del Mar Báltico, a la que se
sumaron durante la Segunda Guerra Mundial, refugiados de los otros países
escandinavos y tanto de Europa Central como Oriental, desde donde continuaron
llegando durante la Guerra Fría. No obstante, también recibieron refugiados del sur de
Europa, como Portugal, España o Grecia. La presencia de exiliados no europeos no se
volvió verdaderamente visible hasta finales de la década de los años sesenta y
comienzos de los setenta, a partir de los golpes de Estado en América Latina pero
también de las guerras civiles de varios países africanos y asiáticos.
Francia, por el contrario, había sido un destino elegido por exiliados de
prácticamente todo el mundo desde el siglo XIX. Tras recibir contingentes de
refugiados de países como España, Portugal, Italia, Grecia, así como de países de
Europa Oriental, llegaron numerosos latinoamericanos, generalmente liberales o de
sectores progresistas. Más tarde lo harían desde otras partes de África y Asia. En sus
memorias, Salgado describe sus impresiones sobre Francia, las cuales eran compartidas
por la mayor parte de la intelectualidad latinoamericana:
Francia era para nosotros ineludible: era la patria de los derechos humanos y
de la democracia. Era la alternativa a la elección entre el comunismo y
Estados Unidos. Admirábamos a los comunistas por ser los principales
apoyos de la izquierda, pero teníamos dudas sobre cierto oscurantismo del
que hacían alarde. En cuanto a nuestra confianza en los Estados Unidos, era
absolutamente cero: era la causa de la represión que nos oprimía. Nunca
habían entablado vínculo alguno con nada que fuera popular o democrático.
Ayudaban siempre a mantener en su sitio a aquellos que tenían más poder y
poseían armas. Francia era para nosotros el país de las ideas democráticas,
aunque también de las económicas.
[...] Fue en Francia donde aprendimos la solidaridad y, cuando uno se acerca
a ella, se queda. Nos preocupamos por los brasileños que llegaban
completamente destrozados por la dictadura. Muchos habían sido torturados.
Las organizaciones de izquierda conseguían sacar a algunos a través de
Argentina y Uruguay, pero llegaban rotos, física y mentalmente.
(SALGADO, 2014, p. 22-23).
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Los autores Rojas y Santoni (2013) describen la distribución de los exiliados
chilenos en el mundo en función a su militancia política. En su trabajo, argumentan que
su ubicación dependía en buena medida de la sintonía ideológica existente entre sus
organizaciones con los distintos gobiernos de turno, especialmente de Europa Oriental y
Occidental. Fue así como militantes del Partido Comunista chileno se establecieron en
la Unión Soviética o países satélites, mientras que sectores más moderados lo hicieron
en Italia o Francia. La distribución se debió también a numerosos otros factores, por
ejemplo, las redes sociales de los perseguidos, sus condiciones económicas, y las
propias coyunturas de los países receptores, puesto que no todos ellos tuvieron la misma
actitud durante los años que duró la dictadura. A partir de la crisis de la deuda, y hasta el
final de la dictadura, también salió de Chile un número importante de personas por
razones económicas, quienes buscaron como destino países con alto nivel de desarrollo
y buenas oportunidades laborales, razón por la que llegaron mayoritariamente a países
como Suecia, Canadá o incluso Nueva Zelanda. Asimismo, otro factor determinante a la
hora de planificar la salida de Chile fue la facilidad con la que podían optar la
nacionalidad de un país europeo, o si ya gozaban de doble nacionalidad, pues en ese
caso, la embajada del país correspondiente en principio debía brindarle protección,
aunque ello estuvo condicionado, a su vez, de la propia voluntad de sus funcionarios.
Pero, en definitiva, de los cincuenta países en los que se distribuyeron los exiliados
chilenos, Francia y Suecia fueron los mayoritarios receptores en Europa.
Si analizamos comparativamente las cifras de residentes latinoamericanos en
Suecia, en la tabla 1 se puede observar cómo a inicios de la década de los años setenta,
el número de residentes argentinos era superior al de chilenos. Sin embargo, una vez
que se produjo el golpe de Estado de 1973, estas cifras se invirtieron, colocando a la
comunidad chilena muy por encima de la argentina, incluso en los años posteriores al
derrocamiento del gobierno de Isabel Perón en 1976. Esta desigualdad numérica
significó que las actividades de solidaridad por la causa chilena siguieron siendo
dominantes en Suecia, y, además, por la mayor duración de la dictadura, la cual puso fin
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en 1990, también mucho más extensa temporalmente.11 Mientras que la mayor parte de
los pocos exiliados argentinos acabaron regresando a su país tras la recuperación de la
democracia, los chilenos –al haber permanecido casi dos décadas– encontraron su
retorno más dificultoso.
Tabla 1: Residentes latinoamericanos en Suecia por año
PAÍS
1970
1975
1980
1985
1987
1990
Argentina
632
640
2.211
2.326
2.278
2.433
Brasil
468
843
1.091
1.435
1.565
2.162
Chile
181
1.663
8.256
13.283
17.887
27.841
Uruguay
71
447
2.101
2.624
2.435
2.447
América
2.300
5.290
17.206
26.247
31.812
47.980
Latina
Fuente: Statistikmyndigheten [https://www.scb.se]
En la tabla 2 se observa que, desde el golpe de Estado de Pinochet, el número de
chilenos llegados a Suecia siempre se mantuvo muy por encima de los argentinos y
también de otras nacionalidades latinoamericanas, a pesar de ser un país con una
población relativamente pequeña en términos cuantitativos. Dentro del periodo en el que
los regímenes dictatoriales coincidieron temporalmente, fue el año 1978 cuando más
chilenos y argentinos llegaron a Suecia. A partir de ahí, se fueron reduciendo
progresivamente en ambos casos. Tras la recuperación de la democracia, la cifra de
argentinos que llegaban al país anualmente prácticamente no pasó la centena, a
excepción de 198612, mientras que los chilenos se dispararon notablemente entre 1987 y
11
Tanto por el alto número de refugiados chilenos que se establecieron en Suecia, como por la duración
de la dictadura, se crearon numerosas asociaciones culturales y deportivas integradas por chilenos en
distintas partes del país (BILDT, 1988, pp.180-187).
12
Canelo (2007) estimó entre 1.600 y 2.000 el número de exiliados políticos argentinos que se instaló en
Suecia durante los años del terrorismo estatal en Argentina. En tanto existía una débil tradición
inmigratoria de argentinos en ese país, la cantidad de residentes de esta nacionalidad se multiplicó por
cuatro después del golpe de Estado de marzo de 1976 –pasando de 640 en 1975 a 2.221 en 1980– y por
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1989. A causa de su alto número en Suecia, país con una población relativamente
pequeña, su visibilidad fue importante. Los motivos de fondo de esta migración masiva
durante los últimos años de la década de los ochenta fueron principalmente económicos.
La diferencia entre los dos casos estudiados se debe esencialmente a que, en términos
globales, los exiliados argentinos constituyeron una cifra menor que la de los chilenos.13
También se instalaron mayoritariamente en países en los que les resultaría más fácil
obtener la residencia o nacionalidad, y, además, pudieran insertarse profesionalmente
dentro de sus áreas de conocimiento. Por esta razón, dentro de Europa se concentraron
mayoritariamente en España, Francia e Italia.
Tabla 2: chilenos y argentinos llegados a Suecia por año
AÑOS
1973
1974
1975
1976
1977
1978
1979
1980
1981
Chilenos
81
688
764
935
1.732
1.808
1.400
1.283
1.248
Argentinos
56
47
87
163
376
571
358
308
185
1990
Total
AÑOS
1982
1983
1984
1985
1986
1987
1988
1989
periodo
Chilenos
Argentinos
1.094
1.053
1.017
1.164
2.206
2.772
2.954
5.878
1.611
29.685
108
127
79
92
63
114
71
66
100
2.971
Fuente: Statistikmyndigheten [https://www.scb.se]
En lo que respecta a Francia, se estima que entre 1964 y 1979 llegaron al país
15.000 migrantes políticos latinoamericanos, de los cuales 10.000 obtuvieron la
condición de refugiados (SÁENZ CARRETE, 1995). Si los migrantes argentinos fueron
128.217 en el ciclo 1960-1970 y entre 236.138 y 339.329 en el de 1970-1980
cinco en relación con 1970. Doorm (2013) destaca que tras la restauración democrática en Argentina el
número de residentes de ese país en Suecia se mantiene relativamente estable.
13
No hay cifras claras del número de exiliados chilenos a nivel global. Los distintos especialistas
entregan datos que oscilan entre 200.000 y 1.000.000 de casos (Aguirre Argomedo & Chamorro
Martínez, 2008, p. 45-46).
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(FRANCO, 2008, p. 39), sólo unos 2.000 habrían sido exiliados por razones políticas en
Francia durante el período dictatorial y, dentro de ese grupo, 941 obtuvieron la
condición de refugiados (p. 132). En cuanto al flujo de chilenos en Francia, Gaillard
(1997) estima que dentro del periodo 1974-1979 fueron 3.231 los exiliados y entre los
años 1980 y 1988 la cifra sería de 1.430. Sin embargo, el Alto Comisariado para los
Refugiados de las Naciones Unidas (HCR) registra 2.044 para el primer período y 809
para el segundo (PROGNON, 2002). Jammet Arias (2020) analizó los 889 expedientes
de chilenos existentes en los archivos administrativos de la Oficina Francesa Para
Refugiados y Apátridas (OFPRA) a través de los cuales pudo rastrear los itinerarios
previos a su ingreso a Francia, pasando –en buena parte– por un exilio en Argentina, de
los cuales un tercio ingresó a Europa por España. Esta autora identifica una primera ola
de chilenos que llegó directamente en 1973/4 a través de las embajadas, una segunda ola
en torno a 1976 con el golpe de Estado en Argentina y una tercera a partir del ciclo
1981/2 marcada por la crisis económica (JAMMET ARIAS, 2020).
Tabla 3: Residentes y refugiados chilenos en Francia por bienio
1973
1975
1977
1979
1981
1983
1985
1987
1989
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
Residentes
1.218
2.781
4.498
6.014
7.360
8.585
8.944
7.584
7.868
Refugiados
409
1.162
2.149
3.231
4.134
4.977
5.526
4.545
4.661
Fuente: Ministère de l’intérieur et de l’aménagement du territoire (Gaillard, 1997, p. 39)
Tabla 4: Residentes latinoamericanos en Francia
ORÍGEN
1968
1975
1982
1990
Argentino
1.680
2.090
3.724
3.104
Brasileño
2.004
2.940
3.808
6.301
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200
Chileno
Latinoamericano
644
2.360
6.272
7.468
5.260
15.470
29.178
41.714
Fuente: Censos poblacionales del Institut National de la statistique et des Études Économiques.
En resumen, las estimaciones sobre los exiliados argentinos en Francia y Suecia
rondaron en ambos casos cifras similares, que se situaron en torno a los 2.000 durante el
período dictatorial, siendo importantes destinos europeos, aunque no los principales
como sí lo fueron para los chilenos. En cuanto a la cantidad que obtuvieron el carácter
de refugiados en Francia, los chilenos quintuplicaron a los argentinos, y en términos
proporcionales a la población total de su país de origen fue aún más significativo, pues
en 1980 la población de Argentina era de 27.900.000 y la de Chile 11.400.000. Con
relación al país receptivo, la diferencia de esa presencia latinoamericana fue
abrumadora, ya que Francia la población rondaba los 55.161.000 de personas en 1980
mientras que Suecia sólo contaba con 8.310.000 de habitantes14.
Entre las víctimas de la represión de Chile y Argentina, fue en el segundo país
donde había una mayor cantidad de personas con doble nacionalidad, o que podían optar
a ella. El motivo de fondo era la propia recepción migratoria que había experimentado
Argentina en las décadas anteriores, con una población de origen europeo más alta que
la existente en Chile. Fundamentalmente se trató de descendientes de inmigrantes
italianos y españoles, aunque también de numerosas otras nacionalidades. Los
gobiernos de estos países tuvieron que prestar una atención especial a estos casos,
ofreciéndoles la posibilidad de establecerse en sus territorios indistintamente su
militancia política (GARCÍA GUTIÉRREZ, 2013).
En los casos de Francia y Suecia respectivamente se dieron varias diferencias
significativas. En comparación con España e Italia, son escasos los suecos que sufrieron
directamente la represión. En el caso sueco, algunos jóvenes cooperantes fueron
detenidos y torturados en los días inmediatos al golpe de Estado en Chile, siendo
puestos en libertad gracias a la gestión del embajador Harald Edelstam (CAMACHO
14
Fuente: Banco Mundial.
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201
PADILLA, 2006). En el caso argentino, en cambio, si bien no hay conocimiento de
ciudadanos suecos que sufrieran detenciones por motivos políticos, existen dos casos de
desaparecidos. El primero de ellos fue Svante Grände, quien desapareció después de una
redada militar que tuvo lugar en la provincia de Tucumán en 1975. Poco antes, Grände
había entrado a formar parte del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) tras su huida
de Chile. El segundo de ellos fue Dagmar Hagelin, ciudadana argentina con
nacionalidad sueca recibida por su lado paterno. Hagelin, de diecisiete años, fue
detenida por error durante un operativo en Buenos Aires y llevada a la Escuela de
Mecánica de la Armada (ESMA), último lugar donde fue vista con vida. En el caso de
Grände, ni su propia familia ni las autoridades suecas se preocuparon de presionar al
gobierno argentino para esclarecer lo ocurrido. El caso de Hagelin fue muy sonado en
Suecia, dado que se trataba de una adolescente sin vinculación alguna con las
organizaciones armadas. Inicialmente, la Embajada de Suecia en Buenos Aires no se
preocupó por el caso, pero por insistencia de su padre, Ragnar Hagelin, el gobierno de
este país solicitó en numerosas ocasiones información a su homólogo argentino 15. En
cuestión de poco tiempo, Ragnar Hagelin tuvo que instalarse en Estocolmo por las
constantes amenazas recibidas.16
En lo que se refiere a las víctimas francesas, en Chile se produjeron cuatro
víctimas mortales con esa nacionalidad, dos nacidas en Francia y dos en Chile
(COMISIÓN NACIONAL DE REPARACIÓN Y RECONCILIACIÓN, 1992, p. 551).
En Argentina encontramos un total de 18 desaparecidos franceses 17, de los cuales los
casos más resonantes fueron los de las dos monjas francesas Alice Domon y Léonie
Duquet, vinculadas a las Madres de la Plaza de Mayo, que generaron –aunque sin éxito–
insistentes presiones diplomáticas (CATOGGIO & FELD, 2020). Hasta la fecha, no se
dispone de datos públicos ni en Chile ni en Argentina sobre el número de personas con
15
Los documentos desclasificados de Cancillería Argentina demuestran las múltiples instancias de
presión y de deterioro de las relaciones de las autoridades suecas ante la negativa del gobierno argentino
de aclarar la situación. Ver, por ejemplo, cable 138/139 del 18/04/1980, disponible en:
http://desclasificacion.cancilleria.gob.ar/userfiles/documentos//OEA-ONU21697/80AH012707A_060.pdf
16
Para conocer con detalle el caso de Dagmar Hagelin, véase Hagelin (1984)
17
Para profundizar en cada uno de los casos, ver volante publicado por la Embajada de Francia en
Argentina en el aniversario de los 30 años del golpe de Estado (2006).
http://www.memoriaabierta.org.ar/p_ddhh/images/8_europeos/lista_franceses.pdf
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202
nacionalidad francesa y sueca que sobrevivieron la tortura o fueron presos políticos18.
En varios de esos casos, tras regresar a sus respectivos países, rápidamente relataron las
atrocidades vividas en los medios de comunicación, y, además, por haber
experimentado en carne propia el horror, desarrollaron un compromiso profundo con la
defensa de los derechos humanos que perduró hasta su muerte.19
Asimismo, los medios suecos y franceses cubrieron en detalle casos de
ciudadanos de esos países que fueron torturados, asesinados y desaparecidos en el Cono
Sur. En consecuencia, sus connacionales pudieron conocer y sentir de cerca las
características de la represión, a la vez que se percataron que ellos, como pueblo,
también se veían directamente afectados. Estas víctimas personificaron en múltiples
ocasiones las campañas de solidaridad que se llevaron a cabo en Suecia y Francia,
especialmente en las demandas de verdad y justicia. Del mismo modo, sus rostros
fueron reproducidos en pancartas y expuestos con gran frecuencia como banderas de
esas demandas.
18
Entre ellos el presidente de la Asociación de Desaparecidos y Presos en Argentina y Uruguay, JeanPierre Lhande, fue torturado e interrogado en francés en la casa de sus padres en Buenos Aires cuando un
grupo de hombres armados irrumpió en busca de su hermano. Este último, Michel Lhande, permaneció
siete años preso a disposición del Poder Ejecutivo Nacional de Argentina.
19
Entre los suecos que fueron víctimas de la tortura en Chile se encontraron el economista Henrik Janbell
y el periodista Bobi Sourander, que en ese momento era el corresponsal del diario Dagens Nyheter, el de
mayor tirada a nivel nacional. Ambos escribieron a lo largo de su vida decenas de artículos sobre el
terrorismo de Estado en Chile.
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203
Fotografía nº 1: Pancartas de franceses desaparecidos en Argentina, manifestación frente a la Embajada
Argentina en París. Fuente: Colección Nouveaux Droits de l’Homme, Archivo General de la Memoria
(Argentina).
Acontecimientos como la desaparición de Dagmar Hagelin en Argentina a
comienzos de 1977 y la celebración de la Copa del Mundo de Fútbol en 1978,
intensificaron en Suecia la cobertura mediática de la situación de los derechos humanos
en Argentina durante más de dos años. Los defensores de esos valores se decepcionaron
profundamente de la selección nacional sueca, ya que sus jugadores no mostraron la
más mínima sensibilidad por la situación que se estaba viviendo. Antes de partir
respondieron con evasivas a los periodistas que les preguntaron sobre su posición
respecto a la política argentina y, al regresar, declararon haber pasado una estancia
maravillosa en un país que se encontraba en plena normalidad (PEINADO, 2013).
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204
Fotografía nº 2: Manifestación en solidaridad con las víctimas de la dictadura argentina en Estocolmo
(1981). Fuente: Colección privada de Göran Sallnäs.
La dimensión cultural de los movimientos de solidaridad con Chile y
Argentina
A lo largo de los periodos en los que Chile y Argentina estuvieron regidos por
dictaduras militares, el movimiento de solidaridad pasó por distintas fases. Por sus
propias características y sus temporalidades distintas no resulta posible trazar un marco
similar para ambos casos. En primer lugar, el caso chileno fue mucho más extenso, ya
que la solidaridad comenzó con el triunfo electoral de la Unidad Popular en 1970 para
denunciar públicamente el boicot de Estados Unidos y los sabotajes llevados a cabo por
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205
sectores de ultraderecha, y terminó en 1990 con la recuperación de la democracia. En un
primer momento inmediato al golpe de Estado, las primeras acciones vinieron
impulsadas por ciudadanos originarios de los dos países europeos con la participación
de algunos latinoamericanos o ciudadanos de otros países sensibilizados por lo ocurrido.
En el caso argentino, en cambio, cuando se produjo el golpe de Estado ya vivían en
Europa comunidades relativamente numerosas de exiliados del Cono Sur, inclusive
argentinos que habían tenido que escapar a causa de las prácticas represivas iniciadas
durante el gobierno de Isabel Perón20. Si bien participaron ciudadanos suecos y
franceses en las movilizaciones, la presencia de sudamericanos fue muy significativa
desde el primer momento. Tanto Chile21 como Argentina tras sus respectivos golpes de
Estado captaron una gran atención mediática por parte de Suecia y Francia, lo cual se
refleja en el número de reportajes que realizaron periodistas de sus canales de televisión,
la SVT y France Télévision, si bien es cierto que el caso chileno sobresalió con amplia
resonancia por la propia violencia que practicaron abiertamente las fuerzas de
seguridad.22
Posteriormente, las coyunturas vinieron de la mano de los propios procesos
internos y externos de las respectivas dictaduras. En el caso chileno, principalmente con
motivo de la detención o ejecución de alguna figura política o social importante,
encuentros deportivos tales como el partido de tenis de la Copa Davis celebrado en
Båstad en 1975 (en este caso fundamentalmente en Suecia y países limítrofes), la
20
Previo al golpe, ya existía en Francia el Comité de Apoyo a las luchas del Pueblo Argentino (Comité de
Soutien aux Luttes du Peuple Argentin, CSLPA,) fundado en 1975 por, entre otros, François Gèze. Este
ingeniero francés, que había vivido en Buenos Aires entre octubre de 1973 y principios de 1975, y
entablado relaciones con militantes locales, denunció tempranamente la represión clandestina en ese país,
tanto en los medios como en un libro (GÈZE & LABROUSSE, 1975). Su coautor, Doctor en Sociología y
Letras, también había residido entre 1965 y 1970 en el Cono Sur –en su caso en Montevideo– y ya había
publicado en 1971 un libro sobre Tupamaros y en 1972 otro sobre la experiencia de la Unidad Popular.
21
El interés internacional por Chile, en realidad, comenzó desde el triunfo electoral de la Unidad Popular
por el carácter revolucionario de su programa político, el cual, por primera vez en la historia, se iba a
realizar siguiendo la legalidad constitucional. Por esta razón, periodistas y simpatizantes de numerosos
países, viajaron a Santiago para conocer de cerca el proceso que se estaba poniendo en marcha. Así,
fotógrafos suecos, como Karl Jagare, recorrieron el país para retratar lo que estaba sucediendo (JAGARE,
2009).
22
En el centro audiovisual del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Chile se pueden
consultar todos estos reportajes. Imágenes de la televisión francesa se encuentran disponibles en los
archivos
del
INA:
https://www.ina.fr/video/I15125596/chili-coup-d-etat-du-11-septembre-1973video.html
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Constitución de 1980, la crisis económica de 1982 y las fuertes protestas sociales que
generó, y el Plebiscito de 1988. En el caso argentino, se concentraron
fundamentalmente en las desapariciones de ciudadanos suecos o franceses, el Mundial
de fútbol de 1978, y, posteriormente, la Guerra de las Malvinas de 1982, aunque este
hecho generó divisiones entre la comunidad argentina en el exterior, pues un sector optó
por apoyar la recuperación del archipiélago. Cada uno de estos momentos generó
nuevas campañas de solidaridad que utilizaron estos acontecimientos para denunciar a
los respectivos regímenes militares inspirándose a su vez, en el plano artístico, para
ilustrar de manera burlesca lo que en ese preciso momento estaba sucediendo.
El hecho de que Suecia tuviera una población mucho menor que la francesa, en
esos años bastante más homogénea en términos étnicos dada la escasa presencia de
refugiados de otros continentes, así como unas características culturales más distantes
con Latinoamérica, hizo que la solidaridad con esta región, así como la presencia de
exiliados fuera notablemente más visible que en Francia, país en el que ya estaban
conviviendo numerosos colectivos de sus antiguos territorios coloniales o de sus
provincias de ultramar. Además, las propias características culturales francesas eran
bastante más cercanas a Latinoamérica que las suecas, de manera que su integración o
adaptación en el paisaje urbano fue inmediato. Ello se refleja, por ejemplo, en la rápida
y fácil conexión de la sociedad francesa con las causas latinoamericanas, sin necesidad
de mediadores o interlocutores. En Suecia, a pesar del enorme compromiso, el
desconocimiento general de la cultura latinoamericana de los primeros años favoreció
que muchas de las obras fueran traducidas desde el español al sueco, tanto literarias
como musicales (GRADSKOVA; QUIRICO, 2016, p. 53). Así, canciones de Víctor
Jara o Violeta Parra fueron convertidas al sueco por artistas como Jan Hammarlund,
Cornelis Vreeswijk23 o Arja Saijonmaa. Otros músicos suecos de renombre también se
involucraron muy fuertemente en las actividades de solidaridad con Latinoamérica,
especialmente Björn Afzelius (WESSLÉN, 2014) y Mikael Wiehe (WIEHE, 2010).
En el campo cultural, ciertos “mártires” se tornaron en íconos de la represión
dictatorial del Cono Sur. Así, de Chile, junto a Salvador Allende y otros dirigentes
23
Este cantautor de los Países Bajos residente en Suecia también publicó un disco con canciones
traducidas al neerlandés.
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políticos asesinados, el poeta Pablo Neruda y el cantautor Víctor Jara se convirtieron en
figuras muy visibles de las actividades de solidaridad, especialmente de la mano de los
militantes del PC chileno dado que ambos fueron militantes comunistas. El caso de
Neruda fue especialmente recurrente tanto en Suecia como en Francia, ya que durante el
gobierno de la Unidad Popular fue embajador de Chile en París, y en 1971 le fue
concedido el Premio Nobel de Literatura, razón por la que viajó a Estocolmo y participó
en varias ceremonias, entre las que se destacó una velada organizada por el Club de los
Cronopios, donde se agrupaba la mayoría de los republicanos españoles. Así, tanto
suecos como franceses tenían a Neruda muy presente y recordaban con afecto sus
estancias en sus respectivos países, especialmente durante los años inmediatos al golpe
de Estado.24
De Argentina se produjo un fenómeno similar con los escritores Rodolfo Walsh
y Haroldo Conti, el guionista de historieta Héctor Oesterheld, el cineasta Raimundo
Gleyzer, entre otros. La principal diferencia con el caso chileno es que estos artistas no
fueron, por lo general, acompañados de figuras políticas porque ninguna víctima de la
dictadura militar había tenido ni trascendencia ni el respaldo internacional suficiente.
Los retratos y las obras de estas personalidades procedentes del mundo artístico e
intelectual eran evocadas constantemente y, además, se multiplicaron las traducciones a
otros idiomas. Asimismo, en las actividades de solidaridad se mostraban sus rostros en
afiches, banderolas o boletines, cobrando un protagonismo particular en la campaña por
los “100 artistas argentinos desaparecidos” que impulsó la Association International de
Défense des Artistes victimes de la répression dans le monde (AIDA)25.
Algunas figuras destacadas del ámbito cultural que habían sido encarceladas, e
incluso torturadas, se exiliaron en Europa una vez que recuperaron su libertad. En lo que
respecta a Brasil, puede nombrarse al director de teatro Augusto Boal, quien, tras su
liberación en 1971, se exilió en Argentina, para dirigirse en 1976 a Portugal y
finalmente, dos años más tarde, a Francia, país desde donde abanderó múltiples
24
Su fallecimiento consternó fuertemente a los representantes diplomáticos de Suecia y Francia en
Santiago. Ambos embajadores participaron en el funeral y durante su celebración fueron entrevistados por
los canales de televisión de sus respectivos países.
25
Por ejemplo, en las actividades de información y solidaridad de AIDA por Argentina se proyectaba una
película de Gleyzer traducida al francés (CRISTIÁ, 2021).
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acciones de solidaridad. Asimismo, el pianista argentino Miguel Ángel Estrella, preso
en Montevideo entre 1978 y 1980, o el director de teatro chileno Óscar Castro26 y su
teatro Aleph, actuaron como una suerte de embajadores culturales de la denuncia de las
dictaduras en sus respectivos países. Cineastas –como Fernando Solanas27– y
numerosos artistas plásticos se exiliaron en Francia, entre ellos el chileno Guillermo
Núñez en 1975 y el argentino Luis Felipe Noé en 1976. Núñez, por ejemplo, había sido
sufrido la prisión tras censurarse una exposición de su obra. Un caso paradigmático fue
también el de José Balmes, quien vivenció un doble exilio: durante la Guerra Civil
española su familia se refugió en Chile y, tras el golpe de Estado en ese país, debió huir
a Francia. Entre otros, los artistas uruguayos Jorge Errandonea y Lino Cabrera también
se dirigieron a París después de haber estado refugiados en Argentina entre 1974 y
1977. En la capital francesa elaboraron la gráfica de numerosas acciones de solidaridad
con América Latina (CRISTIÁ, 2019).
El movimiento de defensa de los derechos humanos y la democracia en América
Latina que se desarrolló en Suecia estuvo compuesto, al igual que en el resto de los
países, de numerosas actividades culturales. Una buena parte de los primeros suecos en
participar en la solidaridad con esa región procedían de los comités de solidaridad con
Vietnam, una causa que captó una gran adhesión en Suecia (KILANDER, 2007), de
manera que inicialmente se siguieron pautas y estrategias muy similares.
A diferencia de países más atractivos para la intelectualidad, escritores y artistas
latinoamericanos de renombre –tales como Francia, España o Italia– Suecia no fue
destino preferente para refugiados de ese estrato social y profesional. A pesar de tener
una política de refugio generosa, especialmente en los primeros años, llegaron
fundamentalmente trabajadores industriales y militantes de organizaciones armadas. En
no pocas ocasiones, debido a su escasa formación y desarrollo cultural, estas personas
desconocían dónde se encontraba Suecia en el mapa, o incluso confundían el país, como
26
Después de pasar dos años en campos de concentración chilenos, Óscar Castro y su hermana María
Antonieta, fueron recibidos en París en 1976. Durante su cautiverio, la madre de ambos (Julieta Ramírez)
y el marido de “Marieta” (John Mc Leod) fueron desaparecidos.
27
Los primeros meses de exilio de Solanas trascurrieron en Madrid, antes de instalarse en 1977 en París,
donde tenía redes profesionales que le permitieron insertarse laboralmente.
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aún suele pasar, con Suiza.28 Eso se tradujo en que, en buena medida, la producción
artística producida por exiliados fue realizada inicialmente por aficionados, quienes a lo
largo de su vida en Suecia fueron desarrollando sus capacidades y formación para
finalmente convertirse, en varios casos, en reconocidos artistas. Desde los años treinta,
con la llegada del Partido Socialdemócrata al poder, el Estado sueco comenzó a ofrecer
generosas subvenciones en el plano de la educación popular, diseñando así programas
gratuitos de los que pueden beneficiarse personas con bajos recursos. Además, dentro de
esta línea, también ha existido un apoyo económico a asociaciones culturales civiles.
Por estas razones, además de la gratuidad de la educación en todos los niveles, los
refugiados pudieron adquirir amplios conocimientos, y, a su vez, desarrollar unas
capacidades artísticas que habrían sido prácticamente imposibles en otros destinos. El
arte en el sentido amplio se convirtió en una terapia para los exiliados que habían
sufrido prisión política y tortura. Si en un primer momento, su creatividad se desarrolló
en denunciar los crímenes de las respectivas dictaduras del Cono Sur, años más tarde,
abordaron también otras temáticas. Fue así como numerosas personas que no tenían
experiencia –o limitada– en el terreno artístico, una vez que llegaron a Suecia pudieron
desarrollar sus capacidades. En no pocos casos, se trató de dramaturgos, músicos o
pintores, que procedían de las organizaciones más radicales, tales como el Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile o Movimiento de Liberación NacionalTupamaros de Uruguay. Entre ellos, se podrían nombrar al uruguayo Pepe Viñoles, o
los chilenos Berta Guerra, Sergio Infante, Igor Cantillana, Enrique Durán, Adrián
Santini o Rolando Pérez, entre muchos otros.
28
A diferencia de países del sur y del centro de Europa, los vínculos políticos y económicos de los países
latinoamericanos con Suecia fue secundario. Del mismo modo, la región tampoco fue un destino
preferente de los emigrantes suecos del siglo XIX y comienzos del XX, a diferencia de Estados Unidos.
Para tener una visión completa de las relaciones entre Suecia y América Latina, véase: Karlsson;
Magnusson & Vidales (1992).
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Fotografía nº 3: Elaboración casera de una pancarta en solidaridad con Chile en Åkersberga (1976).
Fuente: Colección privada de Göran Salnäs.
La producción cultural de la solidaridad y el exilio tuvo dos dimensiones
distintas, si bien con elementos claramente cruzados. En las veladas y conciertos, por lo
general, se buscaba la adhesión de la sociedad sueca y francesa a la denuncia de los
regímenes dictatoriales, convocando la música de grandes artistas populares del
momento como los grupos chilenos Inti Illimani y Quilapayún, o los argentinos
Cuarteto Cedrón. También se apelaba a otros elementos populares latinoamericanos,
como el arte precolombino, con motivos que en ocasiones no guardaban directamente
relación con los acontecimientos políticos recientes, si bien es cierto que los espacios
utilizados para ello solían estar decorados también de afiches que denunciaban los
crímenes cometidos. Sin embargo, la producción cultural del exilio estuvo marcada por
el dolor, la nostalgia, el duelo y el sentimiento de soledad. El Teatro Aleph en Francia –
compañía teatral chilena rearmada en Europa por su director Óscar Castro– recurrió a la
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temática del desarraigo del exilio29, apelando a la emoción del público en lo que la
prensa llamó “una fiesta calurosa de solidaridad”30. En Suecia, el contraste paisajístico y
cultural con los países del Cono Sur, en muchos casos, acentuó esos sentimientos, los
cuales fueron claramente reflejados en las producciones de los exiliados.31
Un sector del colectivo de intelectuales que vivieron su exilio en Suecia se
integró en el sistema educativo sueco, tanto a nivel de primaria, de secundaria como
universitario. Con su incorporación en colegios, liceos y universidades, estos
profesionales empezaron a compartir su conocimiento y vivencias sobre lo que estaba
ocurriendo en sus países de origen. El Estado sueco ofreció facilidades para que los
exiliados que formaban parte de los cuerpos docentes de las universidades de sus
respectivos países pudieran seguir desarrollándose en ese ámbito (ÅKERLUND, 2016).
De ese modo, desde el primer momento tras producirse el golpe de Estado en Chile, las
universidades suecas contaron con especialistas latinoamericanos, inicialmente
procedentes de las Ciencias Sociales y Económicas, y la Literatura. Más tarde, también
se incorporaron de otras disciplinas, y, además, una parte de los exiliados obtuvieron
becas para seguir con sus estudios en Suecia. Por este motivo, la producción académica
relacionada con temáticas latinoamericanas aumentó significativamente en Suecia, las
cuales prácticamente eran inexistentes hasta la fecha.32
La fuerte presencia de jóvenes intelectuales y artistas argentinos y chilenos en
Francia permitió el florecimiento de una cultura de la resistencia, particularmente en el
caso de estos últimos por la prolongación de su exilio. La acción militante, en
continuidad a la desarrollada durante el gobierno de la Unidad Popular, adoptó una
29
Su obra La increíble y triste historia del general Peñaloza y el exiliado Mateluna relata sensiblemente
la experiencia en un lenguaje poético que incluía la simbólica valija del exiliado, siempre armada como
expresión de la resistencia al destierro y de las obstinadas ansias del regreso.
30
Gilles Sandier, «La troupe chilienne Aleph invitée à la Cartoucherie», Le Matin, 17/05/1980.
31
La historiadora María Luján Leiva tiene un detallado trabajo sobre las principales temáticas de
inspiración de los artistas y escritores latinoamericanos exiliados en Suecia (1996).
32
Hasta la llegada de los latinoamericanos, la única obra que denunciaba las condiciones políticas,
sociales y económicas del continente había sido escrita por Lindqvist (1969). Por lo general, los trabajos
de los autores latinoamericanos residentes en Suecia se centraron en aspectos políticos, sociales y
económicos relacionados con los regímenes dictatoriales o los gobiernos predecesores. Una parte
mayoritaria de esta producción procedió de los académicos del Instituto de Estudios Latinoamericanos de
la Universidad de Estocolmo y del Instituto de Estudios Iberoamericanos de la Universidad de
Gotemburgo. En las últimas dos décadas, también han empezado a realizarse algunos trabajos
testimoniales de lo que fue la experiencia de solidaridad con Chile (CONTRERAS, 2003).
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multiplicidad de formas en esas tierras, donde se plegó a una vasta solidaridad. El
capital simbólico y político del flujo de sectores con formación universitaria y artística
dio como resultado la multiplicación de publicaciones, de reflexión intelectual y de
producciones artísticas de diverso tipo, con una impronta colectiva y popular
(PROGNON, 2008; MOINE, 2015).
En las manifestaciones, se combinaba la denuncia individual –el reclamo por un
familiar, por ejemplo– con la colectiva, la de todos los desaparecidos de ese país o de
América Latina. En los reclamos semanales frente a la embajada de argentina de París –
que se iniciaron en octubre de 1978 encabezados por el Club de droits socialistes de
l’homme–, además de pañuelos blancos y cánticos contra la dictadura se exponían las
fotografías de identidad de los desaparecidos franceses con su fecha de desaparición
[ver fotografía 1]. En las presiones al gobierno francés para incidir este dato no es
menor, particularmente porque el gobierno de Girard d’Estaing (1974-1981) aceptó la
venta de armas a las dictaduras durante esos años. De manera recurrente, asistían a la
concentración figuras reconocidas del Partido Socialista, así como intelectuales y
artistas franceses solidarios. Además, los artistas plásticos uruguayos Lino Cabrera y
Jorge Errandonea realizaron una larga bandera pintada con la representación de las
madres de Plaza de Mayo, con la que éstas podían estar simbólicamente presentes en las
calles de París en esa manifestación simultánea a las rondas que se realizaban en Buenos
Aires (CRISTIÁ, 2019).
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Fotografía nº 4: El grupo chileno Quilapayún tocando durante la manifestación organizada por el Club de
droits socialistes de l’homme todos los jueves desde octubre de 1978 frente a la embajada argentina en
París. Fuente: Colección Nouveaux Droits de l’Homme, Archivo General de la Memoria (Argentina).
Del mismo modo que los músicos realizaban giras de solidaridad por distintos
países de Europa, se organizaron exposiciones itinerantes. Entre marzo y abril de 1978,
el Museo de Arte Moderno de Estocolmo albergó una exposición temporal del “Museo
Internacional de la Resistencia Salvador Allende” (LEBEAU, 2020; CAMACHO
PADILLA, 2011, p. 102), y más tarde recorrió una veintena de localidades de Suecia.
En 1981, se habilitó un espacio en la isla de Lidingö, cerca de Estocolmo, para albergar
las obras donadas por artistas suecos, las cuales fueron transferidas a Santiago en 1991.
También AIDA organizó una muestra de obras del pintor argentino desaparecido Remo
Berardo que se presentó en varias ciudades francesas y en Suecia en 1982. Asimismo,
una exposición colectiva solidaria por los “100 artistas argentinos desaparecidos”, con
obras donadas principalmente por artistas europeos, recorrió distintas ciudades de ese
continente, vendiéndose algunas de las piezas para juntar fondos para los familiares de
desaparecidos. También se realizaron 100 pinturas-banderas para utilizar en las marchas
de AIDA por Argentina que se organizaron en diferentes ciudades, tras lo cual un grupo
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fue donado a Madres de Plaza de Mayo a fines de 1983. Así, una vez concretado el
objetivo del retorno de la democracia en el país, la donación puede emparentarse a los
proyectos de los museos de la solidaridad por Chile o Nicaragua (CRISTIA, 2021).
Características de la cartelería de la solidaridad con Chile y Argentina
Desde el primer momento, la producción gráfica fue una de las principales
herramientas de denuncia de las violaciones a los derechos humanos que se estaban
cometiendo en Latinoamérica. No se trató de un fenómeno exclusivo, pues la
propaganda política venía haciendo uso de la imagen desde hacía décadas. Experiencias
como la revolución rusa, la Guerra Civil española, los movimientos de liberación
africanos y asiáticos, y la Guerra de Vietnam, entre muchos otros, habían sido ilustradas
en afiches de todo tipo, colores y tamaños. En tanto el afiche político debe ser claro,
directo y, además, captar la atención social con rapidez, es necesario utilizar el máximo
de creatividad.
Una gran parte de la cartelería de la solidaridad con América Latina, y más
concretamente con Chile y Argentina, realizada desde Suecia y Francia permanece
anónima. Sin embargo, algunos artistas suecos de renombre participaron en la
producción gráfica con Chile,33 como Christer Themptander, Kjartan Slettemark, Lars
Hejll, Sture Johahesson y Ulf Rahmberg, entre otros, lo cual no ocurrió en el mismo
nivel con el caso argentino, ya que el número de artistas suecos que se implicaron fue
menor, destacándose esencialmente Bengt Hellgren, y también Christer Temptander.
Respecto al anonimato que prevaleció tanto por Chile como Argentina, las razones
fueron múltiples; además del posible descuido del artista a la hora incluir su nombre o la
inexperiencia, o incluso la voluntad de que represente al colectivo que lo imaginó, el
temor a ser identificado por los servicios de seguridad de las respectivas dictaduras fue
en ocasiones la razón por la cual se prefirió operar en el anonimato o bien utilizar
seudónimos.
33
Algunos de estos afiches están disponibles en la obra de Angsätter (2013).
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En el discurso desarrollado por las organizaciones de solidaridad se identifica un
pasaje progresivo de una preeminencia de consignas y una iconografía vinculada
inicialmente a la revolución (como fusiles, puños y armas levantadas, el rostro del Che
Guevara y/o de otros líderes guerrilleros) y más tarde a los derechos humanos
(fotografías de desaparecidos y víctimas emblemáticas, la imagen de los dictadores,
además de sangre y cadáveres, por ejemplo), cuyos elementos acompañan visualmente
la transformación del discurso y de la argumentación empleada. Curiosamente se
recurrió a la infancia en ambas esferas, donde en ocasiones el niño aparecía armado
como un elemento central de la revolución, con una imagen de seguridad,
determinación, pero en otras, como víctima de las injusticias y la pobreza. Este doble
discurso se desarrolló sobre todo en la cartelería de la solidaridad con la revolución en
Centroamérica en la segunda mitad de la década de los años setenta y a lo largo de los
ochenta (RAMÍREZ PALACIO, 2018).
En ese segundo momento, la producción visual se centra en mostrar, develar,
aquello que las dictaduras intentaban disimular o enmascarar, la violencia ejercida
contra sus ciudadanos. Allí, la imagen cumple un rol fundamental en la denuncia,
sensibilizando sobre la situación latinoamericana al hacer visible lo lejano y escondido.
Así se intentaba permitir imaginar de alguna manera la represión, desandando lo que
Didi-Huberman (2003) llamó la “maquinaria de la desimaginación”34 de esos
regímenes.
En la gráfica de la solidaridad se incluyó a menudo fotografías de desaparecidos
y de líderes revolucionarios o de figuras consagradas, tales como Salvador Allende,
pero también hubo espacio para el humor y la ironía a la hora de representar a los
dictadores. Probablemente el más representado haya sido Augusto Pinochet, y en
particular la fotografía tomada por Chas Gerretsen en 1973 en la que aparece con los
brazos cruzados y lentes oscuros, encarnando el rol de militar duro y opresivo,
recreando de alguna manera un estereotipo de villano de historieta. Esta imagen sirvió
para una multiplicación de mensajes visuales de denuncia, caricaturas, afiches, gráficas
tanto en Francia (GÁRATE, 2015) como en Suecia. En lo que respecta a Argentina,
34
Este concepto es desarrollado por Didi-Huberman refiriéndose específicamente a los campos de
concentración nazis.
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numerosas caricaturas se gestaron durante la campaña internacional de boicot al
mundial de fútbol de 1978, en la que se ironizó especialmente sobre Jorge Rafael
Videla. En ambos países europeos, tales como Francia o Suecia, se usó también material
gráfico del artista Ricardo Carpani,35 en esos años exiliado en España.
Con relación a la producción gráfica realizada por los movimientos de
solidaridad con las causas de América Latina, se identifica una significativa diversidad
temática y artística36. Un motivo central fue la influencia de las propias corrientes
artísticas europeas, pero también de otros países del mundo con comunidades de
emigrantes significativas. Europa había tenido su propia experiencia de solidaridad con
otras causas mundiales, generando también una significativa producción audiovisual.
Así, diseñadores locales, pero también procedentes de otros continentes, se involucraron
fuertemente con la denuncia de los atropellos que se cometían en el Cono Sur,
utilizando para ello una gran creatividad. A modo de ejemplo, se podría destacar la
participación de españoles en los primeros años, dado que el número de exiliados
republicanos en Francia en esos momentos era aún muy alto, y aunque en Suecia no tan
numeroso, sí era muy activo.
Así, la producción gráfica sobre Chile y Argentina producida en Suecia 37 y
Francia tuvo igualmente una gran diversidad temática.38 Entre las más recurrentes
se encontró el uso de la bandera nacional y de sus colores, pero también se apeló a la
bandera de los Estados Unidos, denunciado la injerencia de la Casa Blanca en la política
interna de los países en los que se habían producido golpes de Estado. En los afiches, tal
como se observa en los ejemplos expuestos, se hacían alusiones a distintos temas, tales
como: figuras del mundo cultural, como Pablo Neruda [imagen 1]; retratos de los
Según Joaquín L. Rosell: “[…] yo, en acuerdo con el artista argentino Carpani, coloreé, imprimí y
distribuí [postales con sus dibujos] por el país [Suecia].” Entrevista con Joaquín L. Rosell, ilustrador
hispano-argentino, por correo electrónico [13/6/2021].
36
La producción gráfica cubana fue innovadora e influente en otros horizontes. Más allá de los diseños de
promoción cinematográfica impulsados desde el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica
(ICAIC), la cartelería producida desde la Organización de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y
América Latina (OSPAAAL) circuló por todo el mundo. Entre otros, véase los trabajos de Tardy &
Tesnière (2016); Stermer (1970) y Viñuela & Mendéndez (2017).
37
En los fondos del archivo y la biblioteca del movimiento obrero de Suecia, así como del Museo de la
Memoria y los Derechos Humanos de Chile, se guardan una cantidad importante de los afiches de la
solidaridad con Chile.
38
La cartelería del movimiento de solidaridad con América Latina en términos generales ha sido poco
investigada. Una excepción se encuentra en el reciente trabajo de Pilatowsky Goñi y Cabranes (2020).
35
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dictadores [imagen 4]; eventos deportivos, como el partido de la Copa Davis celebrado
en Båstad entre jugadores suecos y chilenos [imagen 2], o el mundial de Fútbol de 1978
[imagen 6]; y a torturados, presos políticos y desaparecidos [imagen 3, 5 & 6]. Se
observa, por lo tanto, que en la cartelería se podían combinar varios elementos. La
imagen 1 fue uno de los primeros afiches realizados en Suecia tras el golpe militar, a
final de septiembre o comienzos de octubre de 1973, para anunciar una velada poética
como homenaje a Pablo Neruda en solidaridad con Chile, y estuvo organizada por
centros culturales suecos en colaboración con el principal centro cultural de
republicanos españoles, el Club de los Cronopios, observándose la ausencia de
organizaciones chilenas ya que su número en el país era todavía reducido, y, además, no
se habían fundado aún. El segundo afiche, de dos años más tarde, fue diseñado por el
artista sueco Kjartan Slettemark para el Chilekommitté (el organismo de solidaridad con
Chile integrado principalmente por suecos y algunos chilenos, mayoritariamente del
MIR) para boicotear el partido de la Copa Davis que se iba a celebrar en Båstad 39. El
tercer afiche fue realizado por el Salvador Allendekommitté (organismo de solidaridad
con Chile integrado por exiliados chilenos de los partidos que habían formado la Unidad
Popular) para denunciar la política represiva en Chile, aludiendo a los presos políticos y
los desaparecidos.
39
Un detallado estudio sobre el cruce de discurso visual que tuvo lugar con ocasión del partido ha sido
realizado por Macchiavello (2009).
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Afiches del movimiento de solidaridad con Chile en Suecia
Imagen nº 1: Afiche “Pablo Neruda ha muerto. Viva Neruda”. Varias organizaciones (1973). Autor:
anónimo
Imagen nº 2: Afiche “Boicot a la junta. A parar el partido” Chilekommitté (1975). Autor: Kjartan
Slettemark
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Imagen nº 3. Afiche “2.500 desaparecidos en Chile. Con su solidaridad los vamos a encontrar” Salvador
Allendekommitté (fecha sin determinar).
Autor: Germán Perotti.
Producción gráfica del movimiento de solidaridad con Argentina en
Suecia
Imagen nº 4: Portada del Chilebulletinen nº 4/5 (1976). Autor: Joaquín L. Rosell
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Imagen nº 5: Afiche “Libertad para los oprimidos”. KFUK-KFUM/ Argentinakommittén (1977).
Autor: Pepe Viñoles
Imagen nº 6: Afiche “¿Vamos a jugar mientras al pueblo lo carnean?” Aktionsgruppen (1978).
Autor: Pepe Viñoles
La solidaridad sueca con Chile se materializó en numerosos objetos, tales como
libros, boletines, afiches, banderolas, postales, sellos, entre otros. En cambio, la
solidaridad con Argentina fue mucho más limitada. Antes del golpe de Estado, en 1975,
y con la llegada de exiliados a ese país, se fundó Argentinakommitté, siguiendo el
modelo del Chilekommitté, perdurando hasta la primera mitad de 1980, curiosamente
antes de finalizar la dictadura. Es posible que varios de sus integrantes más activos
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participaran en la operación retorno de Montoneros o acabaran dirigiéndose a otros
países europeos con características culturales más similares a las argentinas.
Una diferencia primordial entre el Chilekommitté y el Argentinakommitté fue
que el segundo estuvo integrado mayoritariamente por ciudadanos argentinos en
colaboración con algunos suecos. Inicialmente usaron la sede central del Chilekommitté
para preparar sus actividades de solidaridad y hacer uso de sus equipos gráficos,40
aunque poco después lograron tener su propio espacio. La producción de afiches fue
considerablemente más limitada y no publicaron de manera regular boletines ni otros
objetos. Las violaciones de derechos humanos por parte de la Junta Militar argentina
fueron denunciadas también a través de las publicaciones del Chilekommitté, como su
principal órgano de difusión, el Chilebulletinen, especialmente cuando tuvo lugar el
golpe de Estado y con motivo de la celebración de la Copa Mundial de Fútbol en 1978.
Asimismo, la mayor parte de las actividades organizadas en solidaridad con Argentina
que tuvieron lugar fuera de Estocolmo, Uppsala, Lund y Gotemburgo, fueron
organizadas por el Chilekommitté41 u otros organismos de solidaridad en los que había
una escasa representación argentina [fotografía 5], pues la solidaridad con Chile tuvo un
gran alcance en todo el territorio nacional, lo que se tradujo en la existencia de más de
100 comités locales por todo el país.
Al igual que ocurrió en otros países europeos, se repudió las prácticas represivas
haciendo uso de los símbolos nacionales argentinos, así como de los propios logotipos
diseñados por el régimen militar para la ocasión. El dictador en ese momento, Jorge
Rafael Videla, aparecía representado como un gaucho con la camiseta de la selección
nacional jugando fútbol con un cráneo humano, supuestamente de una de las víctimas
del terrorismo de Estado. Asimismo, en las calles de Suecia se colocaban televisores
40
En el otoño de 1974, se creó el llamado Bildgruppen [el grupo de imagen] dentro del Chilekommitté
con el fin de reunir toda clase de materiales visuales y de diseñar ilustraciones, tales como caricaturas,
afiches, portadas y postales, entre muchos otros, destinadas al trabajo de solidaridad. Varios de los artistas
que participaban en las tareas de solidaridad organizaron talleres para formar ilustradores. De ese modo,
Joaquín L. Rosell ofreció un curso sobre cómo diseñar e imprimir afiches con serigrafía. Entrevista con
Joaquín L. Rosell, ilustrador hispano-argentino, por correo electrónico [13/6/2021].
41
A modo de ejemplo, Joaquín L. Rosell señala lo siguiente: “[El] Chilekommitté denunció [a la dictadura
argentina] y gracias al gremio de trabajadores de puertos se impidió que desde la ciudad de Halmstad
saliera un cargamento de munición 9 mm. de fabricación sueca para la policía argentina. Pero lo
despacharon después desde Hamburgo...”. Entrevista con Joaquín L. Rosell, ilustrador hispano-argentino,
por correo electrónico [13/6/2021].
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criticando el espectáculo al evocar el número de presos políticos y desaparecidos,
además del tipo de prácticas represivas utilizadas por la dictadura. Otros motivos
recurrentes que denunciaban las consecuencias en el plano social y económico de la
dictadura fueron imágenes de miseria, de desempleo, o de hambre, frecuentemente con
rostros de niños desnutridos y mujeres desamparadas.
Fotografía nº 5: Centro de Åkersberga (1978). Fuente: Colección privada de Göran Salnäs.
Entre los artistas y diseñadores que elaboraron los afiches en solidaridad con Argentina
se encontraban exiliados latinoamericanos procedentes de otros países, como el
uruguayo Pepe Viñoles, quien había trabajado estrechamente en la solidaridad con Chile
y Uruguay, o exiliados argentinos como Liliana Blaustein. También argentinos llegados
al país en los años sesenta, como Joaquín L. Rosell. Tanto Viñoles como Rosell
formaban parte del Chilekommitté desde poco después de producirse el golpe de Estado
de Pinochet. Sin embargo, no siempre es fácil reconocer la autoría de las ilustraciones
ya que no siempre se firmaban las obras. Según Rosell:
Luego ocurre de que generalmente no solía firmar las obras, lo que hace que
algunas cosas ni las recuerdo ni podían –ni pueden– identificarse a mi
autoría. Por ejemplo, no son muchos los que sabían que era yo quien estaba
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detrás de toda una serie de postales, como la de Coca Cola. Yo había sacado
la cuenta de que cada postal enviada [sería] vista por unas seis o diez o más
personas, lo que no estaba nada mal.42
El nombre de Svante Grände, ciudadano sueco desaparecido en Tucumán en
1975 fue utilizado por el MIR para designar a su propio comité de solidaridad por un
acuerdo establecido entre los propios exiliados argentinos y chilenos. Dado que Grände,
antes de pasar a formar parte de las filas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP),
fue integrante del MIR, se optó por vincular su nombre a la experiencia chilena en lugar
de la argentina. En el caso de Hagelin, si bien tuvo una gran visibilidad en los medios de
comunicación, “el padre […] nunca permitió que ninguna organización, ni política ni de
solidaridad, ni argentina ni sueca, se inmiscuyera en las campañas por Dagmar. Todo lo
manejó él, personalmente. Y de manera muy activa”.43
En el caso de Francia, el compromiso y la profusión de imágenes fue importante
para ambas experiencias latinoamericanas. Tempranamente se organizaron reuniones de
solidaridad en el local del Centre d'études et d'initiatives de solidarité internationale
(CEDETIM). Inicialmente llamado Centre socialiste de documentation et d’études sur
les problèmes du tiers monde, el CEDETIM había sido creado en 1967 en el marco de
las luchas de descolonización en Asia y África, ampliando una primera formación
fundada dos años antes. Con cierta continuidad con la “cooperación roja” de quienes
apoyaron la liberación argelina, el grupo inicial estaba compuesto por militantes
combativos, principalmente del Parti Socialiste Unifié, que habían tenido experiencias
profesionales y de cooperación en el Tercer Mundo, lo que les había permitido conocer
otras realidades y mirar críticamente el comportamiento francés respecto de esas
regiones (ZEROUALI, 2008).
En el CEDETIM, en el número 14 de la rue Nanteuil del distrito 15 de París, fue
creado el Comité de Soutien à la lutte révolutionnaire du peuple chilien (Comité de
Apoyo a la Lucha Revolucionaria del Pueblo Chileno) durante el verano europeo de
1972, extendiéndose en la creación de comités por toda Francia, y cobrando –después
42
Entrevista con Joaquín L. Rosell, ilustrador hispano-argentino, por correo electrónico [13/6/2021].
Entrevista con Enrique Ganuza, miembro fundador del Argentinakommitté, por correo electrónico
[01/03/2021].
43
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del golpe de estado en Chile– gran incidencia en la denuncia internacional de la
dictadura de Pinochet. El local fue pronto escenario del Comité de Soutien aux Luttes du
Peuple Argentin (CSLPA), contando con militantes vinculados de alguna manera con
Argentina que, reunidos desde fines de 1974, denunciaban la represión clandestina en
ese país. Parte de sus integrantes había vivido en la región, como era el caso de François
Gèze y Alain Labrousse, ya mencionados. Allí mismo surgieron los primeros debates de
acciones de boicot al Mundial de Fútbol de 1978 y estrategias a seguir para denunciar la
represión en Argentina, donde también circulaban militantes de distintas causas y
exiliados de variadas nacionalidades en reuniones de comités de solidaridad que se
sucedían en aquella sala. En la cartelería de ese primer período abundan los puños en
alto, las bocas abiertas y la presencia de armas, así como la figura tutelar de Allende
como bandera de la lucha [imágenes 6 y 7], mientras que en el boicot al Mundial de
Fútbol ya se impuso un discurso visual anclado en la denuncia de la represión.
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Afiches del movimiento de solidaridad con Argentina y Chile en
Francia
Imagen nº 7: Afiche convocando a una actividad de
Imagen nº 8: Afiche de solidaridad con Chile. Fuente:
solidaridad con Argentina, CSLPA, circa 1976. Fuente:
Fondos de la Bibliothèque Pierre Monbeig (IHEAL)
Fondos de la Bibliothèque Pierre Monbeig (IHEAL).
(DR).
En lo que respecta al boicot al mundial de fútbol de 1978, aunque la iniciativa de
este movimiento de oposición fue probablemente sueca y adquirió diferentes
características según los países, Francia suele ser considerado el epicentro del
movimiento, en tanto fue allí donde cobró mayor impacto público (FRANCO, 2008). El
surgimiento del Collectif pour le Boycott de l’Organisation par l’Argentine de la coupe
du monde de football (COBA) en 1977 fue liderado por franceses, iniciándose con el
núcleo de militantes del CSLPA, con una escasa presencia de argentinos. De manera
similar a los argumentos mencionados, este movimiento internacional de repudio de la
dictadura apeló a una iconografía que remitía al pasado traumático europeo, símbolos
vinculados hasta entonces al nazismo, al fascismo y, en general, a la guerra. Sus
campañas incluyeron una abundante confección de afiches, para lo cual requirieron de
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artistas y diseñadores, dando lugar también a piezas gráficas de edición limitada, como
grabados y serigrafías. El repertorio de denuncia incluía esvásticas, águilas imperiales,
cráneos, alambre de púas, armas, militares y sangre. Una de las consignas más
recurrente de los materiales de difusión del COBA fue «pas de football entre les camps
de concentration» («no al fútbol entre los campos de concentración»), la cual se
graficaba en uno de los afiches que más circularon, transformando el logo oficial del
evento deportivo hacia la denuncia. Así, las largas banderas que rodeaban la pelota de
fútbol de aquel ícono se transfiguraban en los soportes de dos grandes alambres de púas.
Era una clara referencia simbólica de los campos de concentración nazis, acompañada
de una simbología contundente, no exenta de emotividad. Asimismo, la corriente proboicot también parangonaba este acontecimiento con los Juegos Olímpicos de Berlín de
1936, instrumentalizados por Hitler para ostentar la grandeza de su Nación. En la
difusión del COBA se aludía de manera recurrente al oscuro pasado europeo,
convocando a una actividad con la cita del dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht
«El que no sabe es un imbécil, pero el que sabe y calla es un criminal»44. Como parte de
la campaña que reunió 100.000 firmas, se elaboró un disco que convocaba a movilizar a
amplios sectores de las fuerzas progresistas francesas para evitar que dicho
acontecimiento deportivo sirviera de apoyo al régimen dictatorial argentino. Articulando
una amplia corriente crítica de más de 150 comités en Francia, el COBA declaraba que
se comprometía a no descansar hasta que se liberaran a los presos políticos, se
encontraran las personas desaparecidas y se restablecieran las libertades sindicales y
políticas.
En definitiva, los comités de solidaridad de Francia, al igual que de Suecia,
repudiaban cualquier acto que implicara un aval del gobierno francés a las dictaduras,
ya fuera por relaciones económicas, diplomáticas, militares o deportivas. En las
manifestaciones y en la gráfica se reiteraban consignas contra la complicidad del
gobierno francés, mencionando tanto al presidente Georges Pompidou (1969-1974)
44
Afiche COBA «5 heures pour le boicot au Mundial» 02/05/1978. Fondos de la Bibliothèque Pierre
Monbeig (IHEAL).
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[imagen 11] como a Valéry Giscard d’Estaing (1974-1981)45 y otras que denunciaban la
complicidad social como «Derrière la télé, écoutez les cris des torturés!» («¡Detrás de la
televisión, escuchen los gritos de los torturados!»)46. En la gráfica, tanto sueca como
francesa, se reiteraban los militares de rostros amenazantes y dientes filosos, la
presencia de la sangre, de huesos y calaveras [fotografía 5, imágenes 5, 9, 10, 11, 12].
Afiches del movimiento de solidaridad con Argentina en Francia
Imagen nº 9: Afiche de boicot al mundial de fútbol en
Imagen nº 10: Folleto de boicot al mundial de fútbol en
Argentina del COBA, Francia, 1978. Fondo Liliana
Argentina del COBA, Francia, 1978. Archivo personal
Andreone, Memoria Abierta.
de Liliana Andreone.
El mensaje de este cartel era el siguiente: «Videla assassin, Giscard d’Estaing complice» («Videla
asesino, Giscard d’Estaing cómplice»).
46
Daniel Denis, «Aux chiottes l’arbitre», Supplément à Politique Aujourd’hui», 06/1978, disponible en:
https://argonnaute.parisnanterre.fr/ark:/14707/a011403267955XicyeP/c8b62176a7
45
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Afiches del movimiento de solidaridad con Chile en Francia
Imagen nº 11: “Les étrangleurs du peuple chilien, nous
Imagen nº 12: Afiche del movimiento de la juventud
n'en voulons pas: Pinochet Pompidou complices
socialista. Caricatura de Siné.
mobilisons-nous !”.
Fondos de la Bibliothèque Pierre Monbeig (IHEAL).
Fondos de la Bibliothèque Pierre Monbeig (IHEAL).
Si bien a finales de los años setenta el discurso visual revolucionario y las
consignas de apoyo a la lucha armada se redirigieron a las experiencias de Nicaragua y
de los focos guerrilleros en otros países centroamericanos, para ese momento esta
iconografía gráfica se había abandonado de manera definitiva para las causas del Cono
Sur. Estos casos aparecían vinculados ahora a los símbolos democráticos y a la defensa
de los derechos humanos, valores que generaban más adhesión social, especialmente
dentro de sectores políticos moderados.
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A modo de conclusión
Tanto Francia como Suecia fueron importantes países receptores del exilio
chileno y argentino, y donde se gestó un significativo movimiento de solidaridad. En
ambos casos se concentraron, asimismo, los principales grupos de exiliados chilenos en
Europa. La comprometida recepción de refugiados y la colaboración con sus causas en
ambos escenarios, se nutrió de los efectos de la politización de sus sociedades. Además
de compartir una experiencia de compromiso en la Guerra Civil española –donde
importantes filas de suecos y franceses participaron de las brigadas internacionales,
resonando aún en sus sociedades–, los vientos progresistas de los sesenta soplaron de
manera similar en ambos países. Si Francia fue epicentro de las movilizaciones de 1968,
Suecia también vibró políticamente en ese marco de rebeldía juvenil, convirtiendo sus
climas políticos en suelo fértil para la solidaridad con América Latina. Igualmente,
desde finales de la década de los años cincuenta amplios sectores de esos países se
habían implicado fuertemente en otras causas internacionales, en particular con los
movimientos de liberación de diversos países de Asia y África, de manera que la
efervescencia política conosureña ganó rápidamente la simpatía de las izquierdas
francesas y suecas.
Sin embargo, ciertas particularidades nacionales dieron como resultado
gestiones diferentes de esos procesos y de las dictaduras que les siguieron. En primer
lugar, Francia y Suecia tenían distinta cercanía cultural con Latinoamérica, lo que
facilitaba en el primer caso la adopción de esa causa, en tanto no solamente una
proporción nada despreciable de la población entendía el español, sino que además la
proximidad lingüística con el francés hallaba el camino a su comprensión. A pesar de su
lejanía cultural, Suecia también había entablado vínculos especialmente con Chile
durante el gobierno de la Unidad Popular, el cual había despertado un gran interés en
sectores progresistas suecos que iban más allá de quienes simpatizaban por las
estrategias revolucionarias guevaristas. A pesar de la distancia geográfica, entre 1970 y
1973, un par de decenas de jóvenes suecos viajaron a Chile para participar en distintas
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actividades de cooperación al desarrollo. Tras producirse el golpe de Estado, y una vez
de regreso en Suecia, su mayoría se involucraron en el movimiento de solidaridad.
En segundo lugar, una diferencia sustancial la establecía los contrastes en las
propias historias nacionales de esos países europeos, comenzando por la neutralidad de
Suecia en la Segunda Guerra Mundial, mientras que Francia atravesó la ocupación nazi
de su propio territorio, la deportación y muerte de decenas de miles de ciudadanos.
Asimismo, en tanto Francia fue una potencia colonial, a diferencia de Suecia,
protagonizó la Guerra de Independencia de Argelia y el efecto directo en su sociedad.
Consecuencia de esas historias diferenciadas, la gráfica política y el discurso en el caso
francés se volvió recurrentemente a referencias al nazismo, vinculando las víctimas
latinoamericanas con las de la Shoa, y la complicidad de la pasividad/no intervención
con la “colaboración”, un tema altamente sensible para la ciudadanía francesa. Por su
parte, Suecia, que no fue directamente afectada por ese proceso, tendió a relacionarlas
más frecuentemente con otras causas internacionales y recurrió a sensibilizar a través de
imágenes potentes y trágicas, como de personas víctimas de la represión o bombardeos,
o en situación de pobreza o prisión política.
En tercer lugar, el perfil de los exiliados conosureños que llegaron a esos países
fueron diferentes: mientras que en Francia se trataba de sectores más formados y de
mayores recursos económicos, profundizando la tradicional preferencia de intelectuales
y artistas, Suecia recibió mayormente una población de extracción popular o que había
pertenecido a grupos armados, lo que se reflejó también en sus actividades culturales de
denuncia y solidaridad. En este sentido, la producción realizada en Francia vino en
muchos casos de personas de renombre que favorecieron su exhibición en espacios
culturales de prestigio a los que no era fácil de acceder. Por esta misma razón, tuvo un
mayor alcance regional, sobre todo en el continente europeo, que las obras o la
cartelería producida en Suecia. Por último, debe insistirse en las diferencias entre los
exilios argentino y chileno, en la temporalidad prolongada de estos últimos, y a la
familiaridad y relación previa que existía entre su campo político con el europeo. En
este sentido, si bien culturalmente Argentina puede considerarse como más próxima a
Europa Occidental por la alta presencia de migrantes o descendientes de esta región, el
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mapa político chileno es más similar al de Europa Occidental, con partidos fácilmente
identificables por sus similitudes ideológicas, sus nombres y sus planteamientos.
Además, factores como la larga duración de la dictadura de Pinochet, así como una
presencia superior del número de exiliados chilenos por encima de los argentinos en
Europa, permitió que la causa chilena tuviera más visibilidad a nivel político y social, y,
a su vez, los materiales diseñados y elaborados para sus campañas de solidaridad fueran
más numerosos, logrando también un mayor alcance territorial.
En definitiva, la fuerte politización ideológica de finales de los años sesenta
contribuyó a construir un ambiente favorable para la solidaridad tanto en Francia como
en Suecia, dando continuidad a la militancia. En ese marco se buscó apelar a la
sensibilidad y a la solidaridad de las sociedades europeas a través de diferentes
estrategias, tendiendo progresivamente a abandonar la retórica e imaginería
revolucionaria que promovía un sector importante de los exiliados por un discurso
visual anclado en la denuncia de las violaciones de los derechos humanos y de
afirmación de los valores democráticos.
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