La cueva de los cristales

Como una enorme catedral de hielo, pero a 50°C y una humedad del 99%, esta cueva en México parece rechazar a los humanos. Localizada a 300 metros bajo tierra, la caverna estuvo escondida durante más de medio millón de años y fue descubierta accidentalmente por dos mineros —los hermanos Delgado— que una década después todavía se emocionan al contar cómo la luz de sus linternas se expandió hacia todos lados en esta gruta tan clara que parecía un sitio extraterrestre.

Acababan de entrar a un bosque de cristales anchos y gruesos —algunos de más de 30 pies de largo— dentro de una colosal mina de plomo de un pequeño pueblo llamado Naica, en el corazón de Chihuahua. En el año 2008 un equipo de científicos logró entrar al fin de la cueva, pero tuvieron que regresar inmediatamente por falta de tecnología. La cueva puede matar en cuestión de minutos: una persona solo puede estar dentro de 5 a 10 minutos y al salir ha perdido casi dos litros de agua.

Dos años después otro equipo, monitoreados desde un centro de control, hizo una segunda exploración para entender este misterioso lugar. Los cristales de selenita más grandes del mundo evolucionan a un ritmo extremadamente lento. Juan Manuel García Ruiz, geólogo y profesor de investigación en la Universidad de Granada (España), dice que la velocidad es de 10 a la menos 5 nanómetros por segundo, o sea, más o menos el espesor de un cabello humano cada siglo: la velocidad más lenta jamás medida en la formación de cristales.

Según la investigación de Stein-Erik Lauritzen, profesor de geología en la Universidad de Bergen en Noruega, el mayor de los cristales tiene aproximadamente 600,000 años. Por su antigüedad y exclusividad, los coleccionistas pueden llegar a pagar decenas de miles de dólares por un cristal de esta cueva, por lo que los propietarios de las minas han instalado una pesada puerta de acero para disuadir a los saqueadores.

La cueva de Naica tiene una altura de un edificio de casi tres pisos y sus rayos de cristal son como pequeñas cápsulas de tiempo: otro grupo de científicos italianos dirigidos por Anna Maria Mercuri han extraído el polen que quedó atrapado dentro de estas inclusiones. Los granos parecen llevar ahí 30,000 años y esto ha hecho teorizar que esta zona al norte de México alguna vez no estuvo cubierta por el desierto, sino por el bosque.

Como se explica en su sitio oficial: "Los macro-cristales se formaron bajo el agua, en un punto donde el agua termal profunda (a 52°C saturada de sulfuros) entraba en contacto con aguas meteóricas frías y ricas en oxígeno, que se infiltraban por escurrimiento natural. Esta agua, que no podían mezclarse directamente debido a la diferencia de densidad con aquellas profundas y mineralizadas, provocaban la difusión del oxígeno en el estrato inferior con la consiguiente oxidación de los iones de sulfuro a sulfato, con una leve sobresaturación respecto al yeso y por lo tanto una lenta deposición. Estas condiciones singulares, crearon un fenómeno de mineralización extraordinario formando cristales gigantes de yeso purísimo, cuyo tamaño obedece a las condiciones de estabilidad durante un largo periodo de tiempo".

Proyecto Naica, que inicialmente surgió con el objetivo de investigar y dar a conocer las Cuevas de los Cristales, es actualmente una organización internacional de científicos, investigadores, fotógrafos y artistas unidos en el compromiso de preservar no solo este insólito escenario natural sino el nuevo marcador geográfico del planeta.